Pacífica, armoniosa y cálida es la imagen de Mérida, la tan conocida y querida Ciudad Blanca. Su aire provinciano y la tranquilidad de sus calles la hace uno de esos destinos para quedarse permanentemente.
Su Centro Histórico se presume como el segundo más grande de México, si se le recorre, es evidente la colección de arquitectura colonial que ahí impera: la Catedral de San Ildefonso –la primera catedral de América Latina– de estilo renacentista; la Casa de Francisco de Montejo, de fisonomía victoriana; el Centro Cultural El Olimpo de apariencia contemporánea.
A bordo de una calesa es que se siente el corazón de la capital yucateca. El Paseo Montejo envuelve con sus aires afrancesados. Sus barrios, de Mejorada, de San Cristóbal, de San Sebastián, de Santiago llevan a su origen; sus parques acercan a la gente y sus museos exhiben su patrimonio.
A Mérida se le conoce también por su gastronomía, los platillos típicos se comen en sus mercados y los puestos de las plazas. Kibis, tortas de lechón, marquesitas, polvorones, helados y aguas frescas acompañan las horas, los festejos y las tradiciones de la ciudad. Cualquier momento es pretexto para probar el sabor maya que se fragua en las cocinas de los restaurantes.
Un viaje a Mérida sería incompleto si se olvidan sus antiguas haciendas, la mayoría convertidas en lugares de descanso. Esta porción del país las presume orgulloso, cerca están Xcanatún con su apariencia maya y colonial; Sotuta de Peón con piscinas privadas; Santa Cruz usada como monasterio de monjes franciscanos; Misné con sus senderos de exuberante naturaleza; Temozón y su ostentosa construcción del siglo XVI. Una estancia en cualquiera de ellas es un viaje al pasado, recuerdos de extensos campos agrícolas y de henequén, de aquellos potreros pastados por ganado se han cambiado por estancias de lujo donde el verdor y la fauna rodean aquellas casas de peones usadas como habitaciones, albercas cobijadas bajo la espesura de vetustos árboles, y extensos jardines para caminar acompañado de los cuchicheos de la naturaleza.
Una escapada a la blanca Mérida siempre es un regalo; deja que MexEpic te consienta en esta andanza que reconfortará tu corazón.
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